Cuando vi a este gato desesperado maullando en mitad de la calle, me acerqué a acariciarlo, y aprovechó que estaba agachado para saltar y subirse literalmente encima de mi, sobre mis hombros y cabeza. Cualquier sitio es más cómodo y calentito que el suelo frío nevado. Cuando se dio cuenta de que no le iba a dar de comer, ya que no llevaba nada encima, ni de que yo iba a servirle de cobijo, se fue y se escondió en un portal.
Este otro gato estaba sobre otro suelo húmedo, no nevado, intentando escapar de la nieve. Cuando me acerqué un poco más, huyó.
En el albergue donde me hospedé el primer día, estaba en la entrada este otro gato pululando, buscando cobijo. Cuando me acerqué a él, también aprovechó desesperado para subirse sobre mí
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