viernes, 4 de mayo de 2018

Génesis de un bulgarista: un encuentro con el Lingüista Alfons Olivares Niqui


Alfons Olivares Niqui (Barcelona, 1945) es eslavista especializado en bulgarística e investigador del sistema verbal. Licenciado en Filología Eslava por la Universidad de Barcelona en 1998 y Doctor en Lingüística General (UB, 2005). Ha ejercido como profesor de técnicas radiológicas en la Escola Bonanova en ciclos formativos de grado superior. Desde 2013 es colaborador del Centre d'Estudis Eslaus, adscrito al Institut Universitari de Cultura de la Universidad Pompeu Fabra. Ha participado como conferenciante en las principales conferencias y seminarios de eslavística y lingüística en España y en otros países europeos. Conferenciante invitado en los seminarios "altaveu per al coneixement i difusió de les cultures" organizados por el Cercle d'Amics de la UNESCO de Barcelona (entre 2001 y 2006).

Desde muy joven, a la edad de los 15 años, Alfons comenzó a leer los clásicos rusos y a identificarse mucho con la cultura y espíritu eslavo. Sin embargo, sería más adelante cuando tuvo la oportunidad de ojear un libro sobre Historia y cultura de Rusia y empezaría a interesarse por el mundo eslavo, ya que según comenta, “era un libro con muchísimas fotos y muy poco texto, pero no hablaba solo de Rusia, sino de todo el mundo eslavo. Y así conocí Bulgaria, que hasta entonces era solo una manchita en un rincón del mapa, y empecé a admirar su rica historia, aunque estaba toda condensada en una página. Más bien, quería saber más de esos búlgaros que tanto habían luchado por su identidad”.

Desde joven se dedicaba a estudiar el ruso, sus declinaciones, y gracias a la ayuda de sus conocimientos previos de latín, afirma que le serviría para entender cómo funciona la lengua rusa. Pero sería a través de una institución dónde conseguiría su primer manual de ejercicios de búlgaro y serbocroata, que luego le devolverían corregidos con buena nota. Se trataba de un curso a distancia. “Eran unas fotocopias de los años 60 infames que por suerte no habrás conocido”, añade.

Sería unos años más tarde, cuando un buen amigo que conocía sus inquietudes eslavas le sugeriría que escribiera a las Embajadas de la República Popular de Bulgaria y de la República Federativa Socialista de Yugoslavia ya que podrían ver con buenos ojos, en aquellos años de incertidumbre y desinterés cultural por lo eslavo -donde la eslavística no se había desarrollado y los intercambios culturales entre España y los países del este eran casi nulos- que un joven español se interesara por sus culturas, su lengua y su literatura.


Me contestaron enseguida de Yugoslavia, muy amablemente, dándome consejos e informaciones útiles sobre qué cosas estudiar y dónde, pero en Belgrado y Zagreb. Lógicamente, yo tenía mi familia y mi trabajo y no podía ir. De los búlgaros, nada”, añade.

El primer viaje a la Bulgaria socialista

Alfons visitaría Bulgaria por primera vez en 1978 en un viaje con su esposa. Recuerda Sofia como una ciudad con edificios monumentales bien pintados, muy limpia, con muchas flores y vegetación y con unos adoquines dorados muy bonitos. "El entonces parque de la Libertad era un verdadero bosque. Pero ahí acaba lo idílico", añade, "no se veían coches por la calle, coger un taxi si estabas cansado era impensable y tomar un refresco era empresa de titanes. Era imponsible encontrar nada remotamente parecido a un bar, muy casualmente algún antro descuidado, con camareros malhumorados donde no solía haber nada. Los zumos de frutas, si había, eran realmente buenos. Si encontrabas una cerveza estaba caliente. Las librerías eran muy interesantes, aunque por entonces mi búlgaro macarrónico no permitía apreciarlo".

Alfons continúa, "la comida oficial, porque era imposible ir por tu cuenta a un restaurante, era mala". Sin embargo, en Plovdiv fueron a una cena folklórica en un patio con farolillos, dónde conocería la comida búlgara de verdad y los vinos. Además pasaría por Gabrovo, una ciudad anodina y después llegarían a Nesebar, "muy bonito, con sus múltiples iglesias bizantinas en ruinas. Pero eran ruinas dignas, no desperdicios". La iluminación de noche era pobre y los únicos letreros luminosos que se podía ver rezaban "Viva el PCB" o bien "Amistad eterna con la URSS".

Más adelante, ya en España, Alfons leería en el periódico que la Universidad Autónoma de Madrid, a través del Instituto de Estudios Orientales y Africanos, organizaba unos ciclos de estudios relacionados con la eslavística e intentó matricularse en los de Lengua y cultura búlgara y Búlgaro antiguo. Eran ciclos de tres cursos. "Me respondieron de la universidad que eran cursos presenciales y, si no residía en Madrid, no podía matricularme. Lo acepté, ¡qué remedio!". Poco después recibiría una carta del vicerrectorado informándole de que, en atención a sus méritos especiales, el Rector había autorizado su matrícula a distancia con la condición lógica de presentarse a los exámenes en Madrid. "Me quedé atónito, sobre todo por mis “méritos especiales”, ya que no recordaba haber hecho ninguno el último mes. Esto era en 1985".

Y entonces Alfons recibiría una carta, muy amable, de la embajada búlgara en la que le informaban que habían pedido expresamente al Rector de la UAM que le dieran toda clase de facilidades para estudiar. "En aquellos tiempos, cuando empezaba a hablarse mucho en Madrid de la Filología eslava, la embajada de Bulgaria parecía ser muy poderosa. Me enviaron los libros y diccionarios".

Independientemente de ello, Alfons había estudiado los cuatro cursos de ruso en la Escuela Oficial de Idiomas de Barcelona, porque como lo había estudiado por su cuenta y hablaba ruso decentemente quería tener algún documento que lo certificara. "Lo tuve en 1987. Tuve el certificado y calificaciones de los ciclos de la UAM en 1990, expedido ya por el Departamento de Idiomas Modernos (¡el de búlgaro antiguo también!)", añade.

En 1987 compañeros del mundo de la eslavística en España animarían a Alfons a participar en un congreso de eslavística en la Universidad Complutense de Madrid, a la que asistiría como espectador. En este congreso conocería a diferentes compañeros e investigadores con los que mantiene una gran amistad hasta el día de hoy. “Conocí en Madrid, y después en otros congresos, a mucha gente interesante que luego han sido profesores más o menos ilustres”, añade.

A partir de ese momento, las relaciones de Alfons con la pequeña comunidad bulgarófila de España aumentarían, y empezaría a ser invitado en las recepciones de la Embajada de Bulgaria. “De hecho, cada vez que yo estaba en Madrid me invitaban a la Embajada, hacían unas fiestas muy agradables, con mezè selectos y mucha rakija. Otras veces tomábamos una copa en el Café Gijón. También me invitaban a la fiesta de la cultura búlgara en mayo. Un hermoso idilio, vamos”. Y continúa, “en 1988 la Embajada me concedió una beca para asistir al Leten seminar en Sofia. Allí conocí al Rector de la Universidad y a algún otro personaje”.

Después de 1989 todo empezó a cambiar, cambiaron los funcionarios y el idilio amoroso se hundió del todo. Y dejé de existir”, concluye Alfons.

Sin embargo su trabajo como eslavista continuaría: “en los años 90 participé con comunicaciones en casi todos los congresos de eslavística/rusística que se celebraban por aquí, que fueron bastantes: las universidades de Granada, Valencia, Salamanca y la UCM, claro. E incluso presenté sendas comunicaciones con tema (no lingüístico, sino histórico) búlgaro a dos congresos de filosofía”.

Bulgaria en los años 90

En el “Leten seminar” de lengua búlgara hacía un calor espantoso. Recuerdo algunos desayunos con macarrones con una especie de queso tierno (no sirene) muy dulce, que eran sorprendentes. Decíamos que quien no se los comiera no aprobaría el curso…

Lo que más recuerdo eran las librerías, excelentes, particularmente una en la calle Rakovski donde pasaba horas mirando libros. También la librería de la BAN era magnífica. El panorama general de la ciudad ya había cambiado mucho. En el bulevar Vitosha había muchas cafeterías bonitas con terrazas rodeadas de flores. Era la época de la perestroika, a la que Bulgaria se había apuntado entusiásticamente, aunque no sé si tenían muy claro de qué iba eso...

Volví en 1992, invitado por la Asociación de profesores de lengua rusa. Era una cuestión de propaganda: por entonces se le achacaban a los rusos todos los males del país (ya sabes, la ley del péndulo) y nadie quería saber nada de Rusia. Había un montón de profesores de ruso en paro y mi presencia en ese simposio (yo era el único occidental junto con una profesora francesa muy rara) era para demostrar que en occidente la cultura rusa era muy apreciada. Me hicieron una entrevista para la radio. Fueron pocos días y no salí mucho”. En 1995 Alfons volvería para otra reunión académica junto a su esposa y su hijo Vladimir. “Recuerdo que en casa de todos (mis amigos) comí una vez pimientos rellenos, muy buenos todos. Sinceramente, no recuerdo mucho de mis paseos, porque fueron escasos”.

Un año más tarde, en 1996, Alfons volvería durante un mes entero con su familia y que su hijo llegaría a aprender bastante búlgaro ya que estaba en inmersión lingüística con sus amigos.

Estuvimos en Sandanski, donde mi amigo Petar tenía asuntos familiares que resolver y se empeñó en que fuéramos todos. Imáginate los cinco por aquellas carreteras secundarias en un viejo coche ruso. Sandanski era una ciudad típicamente balcánica de principios del s. XX, realmente muy curiosa. Había un auditorio al aire libre, bonito pero muy dejado”.

¿Cómo era estudiar búlgaro en aquellos tiempos "oscuros"?

Puedes imaginar. Yo tenía experiencia de estudiar solo por el ruso, y tengo cierta facilidad para las lenguas. Por otra parte, todos los fonemas palatales y fricativos los tenemos en catalán, incluso la vocal neutra, de modo que la fonética nunca fue un problema. Y el estudio, pues voluntad y perseverancia. El manual que yo tenía era el de S. Guinina, Tz. Nikolova y L. Sakazova (1965), un poco lioso para mi gusto. Después me regalaron un manual para rusos que me fue muy útil, estaba muy bien estructurado y las explicaciones eran muy claras (si leías ruso, claro)... Empecé, como te dije, en 1985 y los certificados de la UAM me llegaron en 1990. Pero la verdad es que no he acabado nunca de aprender, eso ya lo sabes por tu propia experiencia”.

Sobre el sistema verbal de la lengua búlgara, Alfons comenta que "es muy parecido a los sistemas románicos (además de catalán y castellano hablo francés e italiano) por lo que el problema gordo fueron las abundantísimas formas evidenciales (las formas evidenciales son el преизказно наклонение, es decir, cuando decimos “Царят бил” y no “Царят беше”). Entenderlas y poner orden en el caos fue tarea larga y difícil. En aquellos tiempos los autores búlgaros solían describir bien las formas evidenciales, pero no las etiquetaban como tales, quizá porque no estaban tan de moda como ahora. Puedo decirte que en 2006 en un congreso en Barcelona hablé sobre los evidenciales (ahora mi conocimiento es mucho más depurado, precisamente acaba de salir un libro sobre el tema de la U. de Navarra con un capítulo mío sobre el búlgaro) y una profesora búlgara que estaba presente (no recuerdo su nombre, estaba en Valladolid pero después le perdí la pista) me felicitó porque "a pesar de ser extranjero había captado muy bien la esencia del verbo búlgaro".

Pero en 1997 finalizaron las actividades eslavísticas (congresos, simposios, reuniones, etc.) y nunca más se supo. "Licenciado en 1998 (la primera promoción en la UB) me dediqué por entero a mi voluminosa tesis, de casi 800 páginas". En 2005 Alfons recibió el cum laude de un tribunal de lingüistas brillantes (entre ellos el Dr. J. Tuson, el Dr. J.C. Moreno Cabrera y el Dr. I.J. Adiego). "A partir de ahí me disfracé de lingüista y he presentado comunicaciones a (casi) todos los congresos y simposios de la Sociedad Española de Lingüística. Pero siempre sobre cuestiones de bulgarística en relación con el verbo, que fue el tema de mi tesis: “Sobre la caracterització del sistema verbal búlgar”. La verdad es que me apasiona el verbo", concluye.

Actualmente Alfons está vinculado al Institut d’Estudis Eslaus que pertenece al Instituto Universitario de Cultura, dentro de la Universidad Pompeu Fabra.

"Y esa es mi historia de bulgarista, contada a grandes rasgos, pero con cierto detalle para que me conozcas un poco. Por cierto, en la carrera de la UB no había búlgaro, solo polaco. No sé decir nada en polaco… Sí que hice muchas optativas de lingüística que me valieron mucho para los cursos de doctorado".
Puedes encontrar todas las investigaciones de Alfons en este enlace.

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