En los cinco años que llevo estudiando la lengua búlgara y visitando el país he conocido a muchísimos españoles que viven en Bulgaria años y años y que no saben hablar el idioma. Sin embargo, Marina Generó (Марина Дженеро) es una excepción que rompe con la norma. Marina
es una mujer polifacética y luchadora que vive en Sofia desde 1996.
Además de hablar búlgaro perfectamente, trabaja en una oficina, limpia
por horas, y desde hace cinco años trabaja como figurante en películas y
programas de televisión.
Cuando
me encuentro con Marina frente al Mall Bulgaria, observo que a pesar de su
evidente integración en el país balcánico, no ha perdido la costumbre de
besar en la mejilla al desconocido. Tras presentarnos, vamos hacia una cafetería
tranquila de la zona de Borovo donde empezaríamos esta entrevista. La
primera pregunta que le hago mientras caminamos hacia el lugar es a qué se dedica ella y su marido, y
cuando llega el turno de hablarme sobre su marido, Marina se queda bloqueada, y pasa al
búlgaro: "mi marido trabaja con... Con... пречиствателни станции". Un
palabro nuevo para mí, desconocido hasta ahora, que tras una breve
explicación en búlgaro consigo descifrar: depuradoras. Y lo más sorprendente no es que Marina sepa cómo se dice depuradora en búlgaro, sino que tenga este idioma tan asimilado e interiorizado como su propia lengua materna.
En la década de los años noventa, cuando miles y miles de búlgaros abandonan sus hogares en busca de un futuro prometedor en el extranjero, la catalana Marina G. abandonaba su tierra natal con su hija de ocho meses y su marido búlgaro para establecerse en Sofia. A pesar de que la situación económica en Bulgaria era desoladora, a su marido le ofrecieron un buen trabajo aquí, y decidieron trasladarse.
Como comenta Marina, se siente completamente integrada en Bulgaria y cuando habla en búlgaro la gente no se da cuenta de que es extranjera, hecho que ha favorecido su integración y acogida en el país balcánico. Vivió con su marido cinco años en Cataluña, pero reconoce que su marido nunca se llegó a integrar del todo. A él le interesaban las piscinas y las depuradoras y en una empresa que se dedicaba a este sector le ofrecieron hacer negocios con Bulgaria con la condición de que se fueran a vivir allí. “Cuando escuché esto, el tiempo se paró, un poco más y me desmayo”, afirma Marina, que reconoce que tuvieron que venderlo absolutamente todo para poder empezar una nueva vida en Sofia, y que "con un montón de maletas y un bebé Marina пристига (llega) aquí”. “Sin idioma, sin nada”, añade.
Antes de establecerse en Bulgaria, visitaron el país un año en Semana Santa, donde pasó muchísimo frío y casi se vuelve loca. “A pesar de que todo iba bien, que la gente era muy simpática y agradable, no entendía nada y quería volverme”. Durante las dos semanas que pasó en aquél viaje, no vió el sol ni un día. Y Marina no puede vivir sin sol. Desde que vive aquí, reconoce tener que aguantarse durante el invierno, y que en verano va todo el tiempo posible a las playas del mar negro. Recuerda temperaturas de hasta menos 22 grados en los inviernos más duros de su vida.
En la década de los años noventa, cuando miles y miles de búlgaros abandonan sus hogares en busca de un futuro prometedor en el extranjero, la catalana Marina G. abandonaba su tierra natal con su hija de ocho meses y su marido búlgaro para establecerse en Sofia. A pesar de que la situación económica en Bulgaria era desoladora, a su marido le ofrecieron un buen trabajo aquí, y decidieron trasladarse.
Como comenta Marina, se siente completamente integrada en Bulgaria y cuando habla en búlgaro la gente no se da cuenta de que es extranjera, hecho que ha favorecido su integración y acogida en el país balcánico. Vivió con su marido cinco años en Cataluña, pero reconoce que su marido nunca se llegó a integrar del todo. A él le interesaban las piscinas y las depuradoras y en una empresa que se dedicaba a este sector le ofrecieron hacer negocios con Bulgaria con la condición de que se fueran a vivir allí. “Cuando escuché esto, el tiempo se paró, un poco más y me desmayo”, afirma Marina, que reconoce que tuvieron que venderlo absolutamente todo para poder empezar una nueva vida en Sofia, y que "con un montón de maletas y un bebé Marina пристига (llega) aquí”. “Sin idioma, sin nada”, añade.
Antes de establecerse en Bulgaria, visitaron el país un año en Semana Santa, donde pasó muchísimo frío y casi se vuelve loca. “A pesar de que todo iba bien, que la gente era muy simpática y agradable, no entendía nada y quería volverme”. Durante las dos semanas que pasó en aquél viaje, no vió el sol ni un día. Y Marina no puede vivir sin sol. Desde que vive aquí, reconoce tener que aguantarse durante el invierno, y que en verano va todo el tiempo posible a las playas del mar negro. Recuerda temperaturas de hasta menos 22 grados en los inviernos más duros de su vida.
Marina es además amiga del cantante Deyan Nedelchev, y comenta que ha participado en cinco de sus canciones en los videoclips. Aquí tenemos uno de ellos donde podemos ver a Marina:
Marina y Deyan |
Marina llegaría a pasar por búlgara desde el primer momento porque en la comisaría de policía donde solicitó su NIE búlgaro (Личен номер на чужденец), en vez de recibir el típico que recibimos los extranjeros residentes en Bulgaria, le dieron directamente un DNI búlgaro (лична карта) con su ЕГН (número identificativo que tiene cada ciudadano búlgaro). Ella desconocía las peculiaridades del sistema y la administración búlgara, y aceptó el documento que le dieron sin saber los problemas burocráticos que le causarían 10 años después.
Marina comenta que, diez años después, cuando tenía que renovar su lichna karta búlgara, fue a inmigración, donde le dijeron muy sorprendidos “¿cómo es que tiene usted EGN?”. El problema pareció solucionarse y recibió por fín su лнч (número de identidad del extranjero). Sin embargo, cuando más adelante tendría que ir a su médico, y éste la buscó en el sistema, solo aparecía con su егн, y no con su número de extranjera. Tras varios problemas del mismo tipo, decidió ir a НАП (Hacienda) y comentar su situación ante la directora, que atónita le dijo que esto no es posible. Tras comprobarlo en su ordenador, la directora confirmó que Marina tenía una doble personalidad administrativa: era búlgara y extranjera a la vez.
La inmersión
La inmersión
Marina reconoce que desde hace mucho tiempo ya habla con su hija solo en búlgaro, a excepción de cuando quieren pasar inadvertidas para que nadie les entienda, y utilizan el catalán como un código secreto. Su lengua materna, el catalán, lo habla solo con su madre, y me comenta con tristeza que solo vuelve a su tierra natal una vez al año, pero que al principio de llegar aquí, pasó tres años sin volver a Cataluña y que casi se vuelve loca.
Su hija ha logrado aprender catalán como lengua materna, y evidentemente búlgaro. Su madre también le enseñó el español y siempre hizo todo lo posible para que su hija esté en contacto con sus raíces, pero una vez aprendió los idiomas maternos, reconoce que solo hablan en búlgaro.
La primera impresión
La primera impresión de Marina sobre Bulgaria fue muy mala. “Los escombros por la calle me volvían loca”, comenta. "Esto es lo primero que ví, escombros. Mi primer barrio fue ovcha kupel, estaba lleno de escombros, muy sucio" y afirma resignada “qué voy a hacer, me caigo y ya está”.
Una amiga suya, una señora búlgara mayor, viajó a Barcelona hace poco y cuando volvió de su viaje le relató a Marina es una ciudad bonita, la gente está feliz y se va riendo y además miran hacia delante, a lo que Marina añade, “claro, no miran para abajo como nosotros, ya que en cualquier momento nos podemos caer”.
Lo que más le impresionó a Marina de Bulgaria cuando llegó hace veinte años fue también la ausencia de iluminación en las calles, “me parecía muy fúnebre”, afirma. Otro detalle que le llamó la atención al principio fue ver que en los días libres muchos búlgaros aprovechaban para hacer tareas de mecánica como arreglar coches y que poca gente llevaba sus coches al taller.
Pese a estas primeras impresiones negativas, Marina afirma que el país ha cambiado muchísimo en los últimos veinte años, pero de manera muy lenta. Sin embargo, considera que los búlgaros en general son personas negativas y que no tienen perspectivas de futuro, pero añade de manera contundente “normal, es que con estas pensiones… Hay gente que en este país muere de hambre”.
El idioma búlgaro
Cuando Marina llega a Bulgaria sabía algunas palabras. “Lo pasé mal, evidentemente, pero a los tres meses ya empecé a hablar un poco de búlgaro”. Reconoce haber aprendido búlgaro sin darse cuenta. Nunca se compró un manual, escuchaba, preguntaba, y con amigos lo aprendió. “No tengo ni idea de cómo lo aprendí”, reafirma. Marina comenta que al principio no sabía ni leer ni escribir, pero que sabía hablarlo.
Aprendería mucho búlgaro gracias a las amigas que haría en el parque cuando llevaba a pasear a su hija, que le ayudaban cuando se equivocaba.
Cuando le pregunto por la palabra más bella en búlgaro, Marina no sabe qué decir. Ha asimilado el idioma de tal manera mediante un aprendizaje pasivo y mediante una completa inmersión lingüística, que nunca se ha parado a pensar en cuestiones estéticas o gramaticales. Sin embargo, sí que sabe decirme qué palabra le cuesta más pronunciar: счетоводител.
A la pregunta de ¿en qué idioma piensas?, Marina responde contundente: ya solo en български.
“Si tengo que vivir aquí debo saberlo todo. Aunque no sepa muchas cosas sobre historia de Bulgaria, por lo menos el idioma hay que saberlo”, concluye.
Aprendería mucho búlgaro gracias a las amigas que haría en el parque cuando llevaba a pasear a su hija, que le ayudaban cuando se equivocaba.
Cuando le pregunto por la palabra más bella en búlgaro, Marina no sabe qué decir. Ha asimilado el idioma de tal manera mediante un aprendizaje pasivo y mediante una completa inmersión lingüística, que nunca se ha parado a pensar en cuestiones estéticas o gramaticales. Sin embargo, sí que sabe decirme qué palabra le cuesta más pronunciar: счетоводител.
A la pregunta de ¿en qué idioma piensas?, Marina responde contundente: ya solo en български.
“Si tengo que vivir aquí debo saberlo todo. Aunque no sepa muchas cosas sobre historia de Bulgaria, por lo menos el idioma hay que saberlo”, concluye.
Una estelada colgada en un balcón de Sofía
A pesar de estar bastante desconectada de España y Cataluña, Marina ha seguido con interés los últimos acontecimientos que han tenido lugar en Cataluña, y en los últimos meses hubo una estelada (bandera independentista catalana) que colgaba de algún balcón de Sofía. Yo no pude verla, pero Marina hizo una foto a esa curiosa estampa y afirma: "seguiré poniéndola. El 23 de abril (patrón de San Jordi) la volveré a poner". "Que viva en Bulgaria no quiere decir que deje de ser catalana", afirma.
Su encuentro con el Rey Juan Carlos
Cuando Marina llevaba poco más de dos años en Sofía, tuvo lugar la visita del Rey Juan Carlos a Bulgaria. La Embajada Española en Sofia invitó a los españoles registrados en la embajada y Marina tiene una interesante anécdota que contarnos: en el acto, el Rey empezó a hablar con su hija en español "qué guapa, qué bonita", y ella le dijo al Rey que su hija todavía no sabía español porque ella le hablaba en catalán y el Rey empezó a hablarle en catalán a su hija. Una anécdota que recuerda con cariño.
¿Para siempre en Bulgaria?
Marina reconoce que, aunque tiene a donde irse, no quiere empezar otra vez de cero, y que aquí está muy bien y que a pesar de las cosas que echa de menos de su tierra, como el sol, el café con leche y su lengua, se siente completamente integrada en Bulgaria y piensa que esto ya es para siempre. Tampoco piensa solicitar la nacionalidad, ya que tiene residencia permanente en el país y considera que eso es suficiente.
¿Una búlgara infiltrada?
Durante la conversación me intereso en saber qué suele decirle la gente cuando la oye hablar en búlgaro, ya que aunque lo habla perfectamente, no tiene un acento neutro sofiota, y ella me responde que a veces le han preguntado si es de la zona de Гоце Делчев, si es de origen griego o ruso. Marina, para evitar dar demasiadas explicaciones a las personas que no conoce mucho, a la pregunta de от кой край сте (de qué provincia es) responde de esta manera: от Гоце Делчев съм (de la zona de Gotse Delchev).
La conversación con Marina duró un total de una hora y cuarenta y cinco minutos, de los cuales unos 30 minutos fueron en búlgaro. También había partes en bulgañol, mezclando palabras búlgaras y españolas en una misma oración, y no por hacer la gracia, sino porque es lógico olvidar a veces algunas palabras incluso en tu propia lengua, y Marina lleva tanto tiempo en Bulgaria que, a su total pesar, olvida de forma puntual muchas palabras en español. Жал ме е, afirma. Pena, por no practicar el español y haberlo olvidarlo un poquito.
La conversación fluía de manera que no era necesario obligarnos a hablar en búlgaro. Simplemente surgía. Y como le dije en algún momento de nuestra cálida conversación "няма по-яко нещо от това, да си говориш с друг чужденец на български". A lo que Marina respondió така е!
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En esta entrevista, emitida en Bulgaria on air el 29 de abril podemos oír a Marina hablando en búlgaro:
Marina también fue entrevistada en la Radio Nacional:
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