En este post contamos con una colaboración de Josep Dorca, historiador y profesor de catalán. En su blog publica interesantes artículos sobre política e historia de los balcanes en catalán. En el siguiente enlace tenéis acceso al artículo original. Además, os animo a seguirle en su página de facebook.
La
independencia de Bulgaria. Desde la insurrección de Berkovitsa hasta
la proclamación de independencia, 1836-1908
Los
turcos otomanos llegaron los Balcanes durante el siglo XIV. A
finales de este siglo ya controlaban la totalidad de los territorios
poblados por búlgaros, después de someter la ciudad de Vidin, su
último bastión, en 1396. Iniciaron, entonces, una larga
dominación que no se puede dar por finalizada hasta el siglo XX,
después de las Guerras Balcánicas de 1912-1913.
Durante todos estos años consolidaron su poder por todo lo que
actualmente es Serbia, Albania, Croacia, Bosnia-Herzegovina, llegando
incluso a las puertas de Viena en 1529.
A
mediados del siglo XIX, el Imperio Otomano controlaba, pues, la mayor
parte del territorio balcánico. En
algunos casos lo hacía de manera directa, como en Bulgaria,
aunque en otras ocasiones ejercía su autoridad a través de
principados formalmente autónomos.
Desde
la segunda mitad del siglo XVIII, la economía de los territorios
búlgaros entró en una etapa claramente expansiva, lo que permitió
la consolidación de una pequeña burguesía,
dedicada sobre todo al comercio y a las manufacturas. La industria,
de muy pequeñas dimensiones, téxtil y del cuero, por ejemplo, se
desarrolló extraordinariamente. El papel de los gremios,
particularmente, fue, a partir de entonces, muy importante y tuvieron
un papel capital en la vida social y cultural de la Bulgaria del
siglo XIX. Todo este impulso económico acabó
provocando que el Imperio Otomano tuviera que realizar una serie de
reformas imprescindibles para que estos nuevos sectores sociales
pudieran prosperar, pero estas reformas, además de estimular el
crecimiento económico, pusieron en evidencia los límites del
sistema, por lo que
esta pequeña burguesía empezó a plantearse nuevos horizontes, como
la creación de un estado que sirviera a sus intereses.
El Renacimiento Nacional Búlgaro
Como
ocurre habitualmente en todos los países en los que hay un
conflicto lingüístico y nacional, el
desarrollo de iniciativas en el ámbito de la cultura precedió a las
reivindicaciones estrictamente políticas.
Así pues, durante el transcurso del siglo XIX, se fueron poniendo
las bases de lo que podríamos denominar com una cultura nacional. La
historigorafia búlgara ha bautizado todo este proceso con el nombre
de Renacimiento Nacional Búlgaro.
La
primera escuela
laica en lengua búlgara,
por ejemplo, fue fundada en 1834
en Gabrovo. Para
ponerla en funcionamiento fue imprescindible la aportación económica
de los gremios -antes mencionados-, que entonces estaban en una época
de pleno crecimiento. Estos gremios también sufragaron gastos en el
ámbito de la cultura y de la educación, como programas de becas
para numerosos estudiantes en el extranjero. El número de estas
escuelas laicas fue creciendo paulatinamente hasta que en 1878 su
número se acercaba a las dos mil.
También
fueron muy importantes los avances en la normativización de la
lengua. En 1844,
obra de Bogorov, se publicó la primera gramática de la lengua
búlgara, no exenta
de polémica, entre defensores de ún búlgaro más arcaico y más
cercano a las otras lenguas eslavas y otros más partidarios del
búlgaro que se hablaba entonces. Finalmente, en 1870, la polémica
se zanjó con la publicación de una normativa consensuada entre
ambos sectores.
Paralelamente,
la publicación de
libros en búlgaro fue cada vez mayor:
el primero, podemos fecharlo en 1776, obra de Païssa de Hilendar.
Así como entre 1821 y 1830 sólo se publicaron nueve libros en
búlgaro, entre
entre 1860 y 1870 su cifra superó los 700.
Lo mismo ocurrió con las publicaciones
periódicas. La
primera que se editó fue Liuboslovie, en 1834, y marcó el punto de
partida de una auténtica eclosión de publicaciones: entre 1844 y
1870 unas noventa, de las que 56 eran diarias. Muchas de éstas
tenían una vida efímera, y un porcentaje nada desdeñable eran
publicadas por búlgaros residentes en otros países. También
tuvieron un papel importante ciertas sociedades que tenían como
objetivo difundir la cultura búlgara, como fueron la Sociedad
de Filología, fundada en 1824, y la Sociedad para la Literatura
Búlgara, de 1835.
La actividad de estas sociedades fue fundamental para el desarrollo
de una literatura moderna. Durante estos años, el género más
cultivado fue la poesía, y destaca particularmente la figura inmensa
de Hristo Botev.
Finalmente,
una institución nueva que tuvo un papel muy importante en la vida
social búlgara fue la de las Chitalishte,
que eran una especie de clubes de lectura, centros de debate,
reunión, formación...
muy característicos de los Balcanes. La primera se constituyó en
1856, y en 1878 ya había 186. Estos centros se convirtieron en un
elemento clave para difundir las ideas nacionalistas y crear un
imaginario colectivo.
Otro
ámbito muy importante e influyente, entonces, era el religioso. La
iglesia búlgara inició a principios de siglo XIX un largo combate
para conseguir su independencia
del patriarcado de Constantinopla, lo que consiguió entre los años
1870 y 1872, cuando se formó el Exarcado Búlgaro,
con Antimo I como primer patriarca. En este contexto se
reconstruyeron numerosas iglesias y monasterios, el más conocido de
los cuales es el de Rila, restaurado a partir de 1833.
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La lucha contra el Imperio Otomano
Durante
el siglo XIX fueron constantes las revueltas contra la dominación
otomana en el área balcánica, y entre todas ellas las más
importantes fueron los levantamientos
serbios, de los años 1804 y 1814, y también la revolución griega,
que comportó finalmente la independencia de este país. En ambos
casos, voluntarios búlgaros participaron luchando al lado de los
sublevados, así como los hubo, también, que lucharon codo con codo
con los rusos durante la guerra
ruso-turca, acaecida entre 1806 y 1812.
En
Bulgaria, sin embargo, no hubo ningún gran movimiento popular de
resistencia que lograra poner en peligro la dominación turca, al
menos hasta finales de la década de los sesenta del siglo XIX. Esto
no quiere decir que no hubiera numerosas
revueltas durante todos esos años, como las que hubo en los años
treinta (1835, 1836, 1837), la más conocida de las cuales es la de
Berkovitsa, que fue
la que tuvo más repercusiones, en 1836 -he elegido esta fecha
simbólica como inicio del proceso que llevó al país hacia la
independencia-. Esta malestar popular se prolongó en las décadas
siguientes, con más levantamientos, sobre todo en el norte
-importante el de Vidin- y en el sudoeste de la actual Bulgaria. En
todas estas sublevaciones es difícil
de separar el componente social del componente nacional. Muchas veces
eran protagonizadas por campesinos y tenían un claro componente
antifeudal.
Es a
partir de los años sesenta cuando las propuestas para cambiar el
estatus de Bulgaria empiezan a tener un importante apoyo social y
auténticas posibilidades de éxito, con objetivos concretos y grupos
bien organizados para llevarlos a término.
La
figura más importante de este nuevo nacionalismo búlgaro fue Georgi
Rakovsky
-historiador, etnógrafo, periodista y poeta-. Un rasgo
característico del movimiento de liberación nacional búlgaro es
que prácticamente la totalidad de sus líderes eran hombre de
letras. Rakovsky nació en 1821 y desde muy joven se implicó en la
lucha clandestina, lo que provocó su exilio y el inicio de un
periplo que le llevaría a Francia, Rusia y finalmente, otra vez, a
Rumanía, dónde ya había conspirado de joven. En Rusia entró en
contacto con los populistas rusos, de los que aprendió tácticas
insurgentes y de agitación.
En 1862
impulsó la creación de la Legión de Voluntarios, una fuerza que
colaboró con las fuerzas serbias para recuperar la fortaleza de
Belgrado, en
posesión de los turcos. Serbia tenía, entonces, una relación de
vasallaje con el Imperio Otomano, que no fue definitivamente abolida
hasta el Tratado de Berlín, de 1878. Poco después de la
recuperación de la fortaleza, sin embargo, las autoridades serbias
instaron a los voluntarios búlgaros a marchar del país, lo que
significó el final de la colaboración de Rakovsky con las
autoridades serbias. Rakovsky tenía en mente la idea de crear un
federación balcánica de estados cristianos.
En
1867, Rakovsky
impulsó la creación del Comité Central Secreto Búlgaro,
que hizo propuestas políticas concretas, aunque también amparó
acciones de carácter insurreccional. Desde este comité se llegó a
proponer a la Puerta una solución, con respecto a la cuestión
búlgara, similar a la que se había adoptado en el Imperio
Austrohúngaro, la solución dualista del Compromiso de 1867. De este
modo proponían un Imperio dual turco-búlgaro. Huelga decir que las
autoridades otomanas ni siquiera la tuvieron en cuenta.
Simultáneamente,
entre 1867 y 1868,
hubo algunos intentos de penetración de
varios grupos armados, procedentes de Rumanía, que tenían como
objetivo provocar un levantamiento popular en Bulgaria. Estas
incursiones resultaron infructuosas. Destacan particularmente las
protagonizadas por Hadji Dimitar y Stefan Karadja.
En
1870, ya muerto
Rakovsky, se creó el Comité
Central Revolucionario Búlgaro.
Ahora, los líderes más destacados de la resistencia búlgara fueron
Ljuben Karavelov,
Vasil Levski y Hristo Botev.
Vasil Levski fue encarcelado en 1872 y murió ejecutado en 1873,
hecho que provocó que la causa ganara muchos adeptos.
La crisis del período 1875-1878
En
1875 estalló una nueva crisis social y política, muy profunda, que
sacudió a todos los Balcanes, y que acabó implicando un cambio
radical en la configuración política de la zona.
Aquel año hubo varios levantamientos contra la dominación turca en
Bosnia, Serbia y Bulgaria. El primero, que fue el detonante de todos
los demás, estalló en Bosnia, más concretamente en Nevesinje.
En
Bulgaria, el
estallido se produjo en abril de 1876.
El 14 de abril los comités revolucionarios fueron convocados en
Oboriste, con la finalidad de organizar la insurrección, y se acordó
que el 1 de mayo sería la fecha en que ésta se iniciara. De todos
modos, la presión del gobierno hizo que se precipitaran los
acontecimientos y que estallara el 19 de abril.
La
revuelta se desencadenó en cuatro puntos diferentes de la geografía
búlgara, y de manera simultánea. Tuvo muy poco éxito y muy poco
apoyo popular en tres de los focos escogidos. El poeta Hristo
Botev, que lideró
uno de estos focos insurreccionales, se apoderó de un barco
austríaco, el Radetzsky, y entró en tierras búlgaras, procedente
de Rumanía, con el objetivo de provocar un levantamiento popular. Su
éxito fue escaso, y finalmente el 20 de mayo fue asesinado por los
Bachibouzouk, tropas irregulares turcas, donde también combatían
algunos búlgaros musulmanes.
Sólo
la revuelta que estalló alrededor de la ciudad de Plóvdiv,
al sur del país, logró un apoyo popular importante, lo que a su vez
provocó, como reacción una represión sangrienta por parte de las
tropas turcas.
Después
de estos hechos, Rusia
mostró su interés por involucrarse en el conflicto.
Impulsó la convocatoria de una conferencia de representantes de las
grandes potencias para encontrar “soluciones”, sobre todo para
Bulgaria y Bosnia y Herzegovina. Defendían, para Bulgaria, la
creación de dos provincias autónomas, una alrededor de Tarnovo,
capital histórica de Bulgaria, y la otra con Sofía (entonces una
ciudad de mucha menor importancia que ahora) como centro. Los
otomanos se opusieron radicalmente a este proyecto. Con este
pretexto, finalmente, la
Rusia zarista optó por declarar la guerra al Imperio, que se hizo
efectiva el 12 de abril de 1877.
La llegada de
las tropas rusas fue muy bien recibida por la población, y los
comités revolucionarios hicieron un llamamiento a los búlgaros para
que se les unieran. Por este motivo, se creó una nueva Legión
Búlgara, de aproximadamente diez mil voluntarios. Las tropas rusas,
finalmente, consiguieron vencer a los otomanos, y el zar Alejandro
forzó alemperador a firmar el Tratado de Paz de San Stefano el 18 de
febrero de 1878.
El Tratado de San Stefano
Este
acuerdo implicaba un cambio
radical en la configuración del mapa balcánico.
Por un lado, se certificaba la independencia
de Serbia, de Rumania y de Montenegro.
Serbia y Rumanía hasta entonces eran principados tributarios del
sultán. Montenegro, por su parte, ya era formalmente independiente,
aunque Turquía siempre había defendido que también estaba
vinculada al imperio, idea difícilmente justificable. Por lo que
hace referencia a las tierras rumanas, Rusia se anexó parte del sur
de Besarabia, y también se apropió de parte del Cáucaso, poblado,
entre otros, por georgianos y armenios.
En
cuanto a Bulgaria, el tratado preveía
la creación de un Principado Autónomo de Bulgaria, con una
superficie mucho mayor que la de la actual Bulgaria,
y que se extendía desde el mar Egeo hasta el Danubio. Este
principado también incorporaba parte de la Dobrudja, un territorio
siempre disputado entre Rumania y Bulgaria.
Formalmente,
era tributario y
vasallo del Imperio Otomano,
pero Rusia pasaba a tener una gran influencia, decisiva, como lo
demuestra, por ejemplo su papel en la elección del príncipe. Según
este tratado, formarían
parte de este nuevo principado búlgaro todos los territorios que
actualmente pertenecen a la Macedonia independiente
-como Ohrid, Skopje, Bitola, Veles, Kuamnovo, Kocani ... -, a la
Macedonia griega
-como Kastoria o Flórina-, la Macedonia occidental griega o Kavala a
la Macedonia oriental griega- o, incluso, zonas de la actual Albania,
como Korça.
Hay que
recordar que desde Bulgaria se
ha tendido siempre a negar la existencia de una lengua y de una
nacionalidad macedonia diferenciada de la búlgara.
Este planteamiento todavía es muy vigente, lo que ha provocado
tensiones entre los gobiernos de ambos países. Por otra parte, un
discurso público favorable a la creación de una Gran
Bulgaria nunca ha
dejado de existir. En este sentido, la "Gran Bulgaria" del
Tratado de San Stefano es un claro precedente y un punto de
referencia siempre citado. Durante la Segunda Guerra Mundial, este
objetivo se cumplió parcialmente, cuando las tropas búlgaras se
anexionaron la Macedonia yugoslava.
El Tratado de Berlín
De
todos modos, el Tratado
de San Stefano tuvo una vida muy breve.
Las potencias occidentales reaccionaron a lo que consideraron un
claro peligro de expansión rusa en los Balcanes y forzaron un nuevo
tratado de paz, firmado esta vez en Berlín, en julio de ese mismo
año. Como resultado de este nuevo "acuerdo", las fronteras
previstas para el principado búlgaro disminuyeron de manera
considerable, ya que se perdió gran parte de los territorios
macedonios. El nuevo tratado fue firmado el 13
de julio de ese
mismo año.
Según
este nuevo tratado, se constituyó un pequeño
principado búlgaro, tributario del Imperio Otomano, entre el Danubio
y la parte central de la actual Bulgaria
-por la cordillera central que divide el país- y, de otra parte, una
provincia autónoma que formaba parte del Imperio Otomano, que fue
conocida con el nombre de Rumelia
Oriental.
Aquellos
años eran los años del gran reparto
imperialista del mundo.
Para las potencias europeas –el Imperio Austrohúngaro, el Imperio
zarista, el Reino Unido o Francia- los Balcanes eran
sólo un botín más
para añadir a sus áreas de influencia y de control, similar a lo
que podía ser todo el continente africano.
De
todos modos, la existencia de estos dos territorios como entidades
separadas tuvo una vida no muy duradera. En
1885 –apenas siete años después del Congreso de Berlín-, se
unificaron bajo la égida del Principado autónomo,
que a efectos prácticos tenía una existencia, ya, totalmente
independiente. Las autoridades turcas no pudieron hacer absolutamente
nada para evitarlo. En septiembre de 1885 se consumó esta
unificación.
En esta
nueva Bulgaria, Rusia
jugaba un papel capital.
De hecho, el príncipe Dondúkov fue el organizador del nuevo estado,
y convocó la primera asamblea constituyente. El príncipe elegido
para ocupar el trono fue Alejandro de Battenberg, sobrino de la
zarina. Después, la
pugna, entre el Imperio Austrohúngaro y Rusia, por el control de los
Balcanes fue constante.
Se pueden citar algunos ejemplos de esta pugna, como la guerra
serbobúlgara de 1885 o la destitución de Alejandro de Battenberg y
nombramiento de Fernando de Sajonia-Coburgo como nuevo monarca, más
cercano a los intereses austriacos. Esta dualidad de intereses
también se refleja en los intereses dispares de la nueva burguesía
que se formó en Bulgaria a finales dels eiglo XIX. Una fracción
importante estaba subordinada a los intereses austriacos y otra
facción estaba más vinculada a los intereses rusos.
La independencia formal
Bulgaria,
como estado independiente, no nace hasta 1908,
inmediatamente después de la revolución de los Jóvenes Turcos
-junio de ese año-, acontecimiento que fue aprovechado por las
autoridades búlgaras para romper los vínculos, exclusivamente
formales, con Turquía. De este modo, Fernando
de Sajonia-Coburgo se convirtió en nuevo zar de Bulgaria.
Ese mismo año, el Imperio Austrohúngaro se anexionó Bosnia y
Herzegovina, que hasta entonces también formalmente pertenecía al
Imperio Otomano, aunque fuera adminsitrada por los Habsburgo.
Pronto contaremos con más colaboraciones de Josep. Mientras tanto, ¡puedes seguirlo en su blog!
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Muy bien escrito. Tiene una estructura clara y los datos están citados de manera ordenada. He aprendido mucho sobre Bulgaria. Gracias.
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