lunes, 5 de agosto de 2019

La locura de género y el declive conservador y populista del Partido Socialista Búlgaro



Mis amigos españoles se sorprenden cuando les digo que en Bulgaria la izquierda política representa, en el imaginario colectivo, un conjunto de ideas trasnochadas, conservadoras, nacionalistas y, como diríamos refiriéndonos a los partidos populistas de derecha en España, incluso carcas. La imagen que existe en Bulgaria de una izquierda parlamentaria conservadora no es una idea infundada, metida en la cabeza de miles de jóvenes búlgaros por la fuerza influenciados por la ola neoliberal que arrasa Europa.

A raíz de la ratificación del Convenio de Estambul (El Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica) en Bulgaria se despertó una oleada de reacciones muy variadas pero todas bajo el común denominador del conservadurismo; la Iglesia ortodoxa comentaba que esto sería la llegada de la perversión y el libertinaje; los neonazis de Ataka y partidos similares decían que atentaba contra los valores familiares. Pero, ¿qué decía el Partido Socialista Búlgaro? A pesar de que algunos de sus grupos regionales habían manifestado ya su interés sobre este convenio y a pesar de que la postura del partido en un inicio fue positiva hacia la ratificación del convenio, fue sin embargo la inclusión del término “género social” lo que provocó una oleada de transfobia en la sociedad, que por desgracia, el BSP no supo esquivar y mantener una posición coherente, no solo con sus socios socialdemócratas europeos, sino también con las ideas de izquierdas ligadas al progreso y emancipación social.

¿Por qué causó tanto revuelo la inclusión del término género social? 

Pues bien, en búlgaro la palabra пол (pol) significa sexo y género. No existe una palabra que defina solo al género como constructo social asociado al varón o a la mujer. Al traducir del inglés la palabra gender (género) se optó por traducirlo como социален пол (género/sexo social) y esto causó una serie de reacciones en los sectores más conservadores y amplios de Bulgaria: desde la Iglesia Ortodoxa hasta los neonazis pasando por el Partido Socialista Búlgaro.

Es triste pensar que en un país donde ¼ de las mujeres sufre violencia machista, ante la ratificación de un texto que propone medidas sobre como solventar esta lacra social, no solo los sectores conservadores de la sociedad búlgara reaccionen así, si no que encima el partido que debería representar al sector más progresista y combativo de la sociedad, se agarre a esto para rascar más votos entre los sectores más rancios de la sociedad búlgara. En lugar de buscar soluciones a los problemas reales de la sociedad (crisis demográfica, bajos sueldos, bajas pensiones, violencia machista, sobreedificación en las playas, especulación urbanística, etc…) fijan toda su atención sobre el concepto de género social que según los sectores afines a la Iglesia y a los radicales de derecha nos pretende imponer este convenio, dejando a un lado la cuestión fundamental del texto: la lucha contra la violencia hacia las mujeres

En Bulgaria no existen campañas de concienciación sobre la violencia hacia la mujer

Mientras en España en cualquier espacio publicitario podemos encontrar un anuncio sobre el número de atención a la mujer maltratada 016 aquí reina el silencio. Son muchas las medidas que se pueden impulsar desde la legislación para combatir esta lacra: se puede ampliar la red de centros de acogida para mujeres maltratadas, formar a los especialistas psicológicos y sociales, así como a la policía, crear campañas publicitarias de concienciación social, realizar charlas en los colegios e institutos, etc. Todo esto, según el sector más conservador, abre la caja de pandora hacia una dictadura queer que obliga a los niños y niñas a hacerse homosexuales por imposición; e incluso a cambiar de género. Y lo peor de todo es que la izquierda búlgara no ha sabido mantener una postura crítica ante esta serie de absurdeces y se ha subido al carro del conservadurismo social, llegando a pedir la celebración de un referéndum en el que los ciudadanos búlgaros decidieran si el estado debía aprobar su ratificación.

Aunque esto ha sido lo más llamativo en los últimos años a nivel político-social, ya me sorprendió a la llegada a Bulgaria, allá por 2016, al coincidir con las elecciones generales, ver las propuestas que tenía el BSP para Bulgaria en un folleto que me dieron por la calle que más que una serie de propuestas era una llamada irracional al nacionalismo más básico, pidiendo mayor control de las fronteras y de la inmigración.

Lo más paradójico es que, mientras el Partido Socialista Búlgaro se escuda en su argumento de que están siendo autónomos frente a las imposiciones ético-morales y políticas de la UE, realmente lo que hacen es culpar al migrante, usando argumentos como la seguridad nacional y defendamos lo nuestro, más propios del populismo de Le Pen que de una izquierda social. En lugar de ver en el migrante la consecuencia de una serie de maniobras geopolíticas lideradas por el capitalismo neoliberal, ven en él un peligro contra la soberanía política y económica del país. 

Pasó año y medio desde que esta locura de género ocupara todos los titulares en las televisiones y pdriódicos, captando el centro de atención de todo el debate social, y hace una semana la periodista búlgara Kadrinka Kadrinova, escritora frecuente en el portal baricada.org sobre actualidad política y social fue galardonada por el Partido Socialista Búlgaro por su actividad periodística. En su discurso, al recoger el premio, Kadrinka sin embargo hizo un discurso que no sentaría muy bien en el sector más conservador del BSP:


“Quiero hacer un llamamiento a que nos dirijamos con más frecuencia hacia los fundamentos que los grandes pensadores del pensamiento socialista, del socialismo, de las ideas de izquierdas, de la causa izquierdista y de la palabra socialista nos han delegado. Ellos nos encomendaron la tarea del internacionalismo y de la solidaridad internacionalista de los trabajadores y no el nacionalismo y el odio hacia el diferente. Ellos nos encomendaron unos frentes únicos así como la unión y no la búsqueda de enemigos entre los que piensan diferente.

Georgi Kirkov escribió una obra brillante. Se llama “Zoología política”. En esa obra él no fue capaz de encontrar lugar para esta extraña creación como es el conservador de izquierdas. En su obra sin embargo él describió muy bien cómo es el conservador y qué representa este extraño animal político. No es muy agradable. Ojalá que ninguna persona de izquierda en Bulgaria sea asociado nunca con un conservador. Ojalá las personas de izquierdas en Bulgaria sean personas por el cambio, por el futuro y la solidaridad.

La izquierda en Bulgaria es mucho más amplia que el BSP. Hay mucha gente de izquierdas en Bulgaria. Es necesario construir la unidad. Es necesario trazar puentes por esta unidad. Es necesario buscar el diálogo.

Yo trabajo en una web de noticias de izquierda, independiente, llamada “Baricada”. Leed “Baricada”. En “Baricada” hay muchos análisis y artículos que invitan a la reflexión y a la discusión. Necesitamos reflexión. Necesitamos discusión para que podamos trazar puentes hacia esta alternativa que tenemos que construir entre todos contra las fuerzas agresivas y brutales, aquella fuerza que nos impone un acuerdo esclavizante de aviones de combates y de máquinas de matar. Los pueblos no necesitan ni muerte ni guerra. Lo que necesitamos es paz y pan. Unámonos todos los demócratas de Bulgaria que, con buena voluntad, queremos paz y pan.”

Tras su discurso frente a una gran audiencia (más de 40.000 según los organizadores) de simpatizantes del BSP, no tardaron en llegar las críticas; la primera, de una persona de confianza de Kornelia Ninova, líder del Partido Socialista Búlgaro. Horas después de ser galardonada por su actividad periodística, Kadrinka fue difamada y criticada en la red por afines y miembros del BSP.

El declive nacionalista y populista de un BSP que no acepta crítica ni entre sus afines es un síntoma y una consecuencia de un mismo problema: la dificultad de unir en un mismo partido ideas socialdemócratas cercanas al Partido Socialista Europeo y viejos cuadros que provienen del aparato del estalinista Partido Comunista Búlgaro, que nada tiene que ver con una izquierda socialista de progreso y combativa.


Ojalá la izqu
ierda búlgara se una en un mismo frente. Pero no a cualquier precio. No estamos dispuestos a renunciar a los derechos civiles de las minorías, los derechos inexistentes de homosexuales y transexuales. Queremos tender puentes y ser solidarios, sí, pero también con los trabajadores de otros países que huyen de la guerra y la miseria. Ojalá esa unidad no se consiga a costa de los derechos y de la dignidad de las mujeres, de los migrantes y del colectivo LGTB. Ojalá los jóvenes que queremos un mundo justo, sin desigualdades ni miseria y de transición ecológica, pero también un mundo libre, diverso donde cada uno pueda expresar libremente su género y su orientación sexual, nos sintamos algún día defendidos por un partido que se haga llamar socialista. 

Marco Vidal González. 
Sofia 5.08.2019




1 comentario:

  1. Muy bien MARCOS. El futuro de nuestros pueblos podrá ser salvado teniendo como cimientos la solidaridad, el respeto al derecho ajeno (tomado de Benito Juarez) y la paz.

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